Desde pequeña, siempre soñé con exponer mis fotos en cafés. Durante mis años de estudio, pasaba horas en estos espacios estudiando entre el ruido suave de las tazas, las conversaciones de fondo y la música baja encontrando ahí una forma de concentración, de inspiración… y de escape.

Me encantaba mirar las fotos en las paredes, perderme en ellas, imaginar historias, respirar otros paisajes.

Hoy me toca a mí compartir mis propias imágenes.

Por eso expongo en bares, restaurantes y cafeterías: lugares vivos, abiertos, donde el arte se cruza con lo cotidiano. Mis fotos viajan por estos espacios con el deseo de ofrecer un momento de calma, una pausa visual, una pequeña invitación al viaje ya sea al mar, a la naturaleza o hacia dentro de uno mismo. Si alguna imagen logra tocar a quien la mire, aunque sea solo un instante, entonces todo tiene sentido.